Por la Lic. en psicopedagogía Patricia Beatriz Nagel – Misiones, Argentina
El autismo es una condición que en los últimos años ha tomado mucho protagonismo en la sociedad a través de la divulgación de sus características, de estudios realizados al respecto, formas de diagnosticarlo y tratarlo. Efectivamente, es muy llamativo que en los últimos 25 años ha crecido notablemente el diagnóstico de niños con dicha condición, y en los últimos años también en adultos.
Casualmente estos son más o menos los mismos años que llevo en el ejercicio de la profesión como psicopedagoga y esto me ha permitido ver como se han ido generando cambios de miradas, de lecturas, distintas posturas teóricas y estudios científicos en función del autismo. He visto a profesionales discutir sobre el tema, dividirse, pelearse buscando tener “la razón” sobre el diagnóstico, su origen y el tratamiento adecuado, las formas de rotular a los pacientes, de etiquetarlos.
Es por todo esto que hoy, 2 de abril, día en el que se celebra el día mundial de concientización sobre el autismo, quiero dar a conocer también sobre el largo camino que aún falta recorrer en torno a esta condición, aún hay muchas dudas y no demasiadas certezas, y cada persona es un ser único y particular que puede evolucionar o reaccionar en forma diferente ante los mismos estímulos y tratamientos.
No todos tienen autismo, hay muchos problemas con diagnósticos acelerados, a partir de protocolos estructurados (incluso online) donde no se ha visto siquiera la mirada de ese otro que está “padeciendo algo” y necesita ser escuchado y comprendido en un grupo familiar y en un contexto particular. Quiero, como profesional, como persona y como cristiana, que seamos muy cautos, muy cuidadosos y muy respetuosos, y nos tomemos el tiempo para ver a profesionales idóneos que traten con el mismo respeto a las personas que tienen frente a sí. Debemos ser éticos y no confundir el autismo con otras condiciones o afecciones.
Apoyo mis palabras citando al conocido psicoanalista Marcelo Rocha quien dice: “Estoy preocupado porque sigo recibiendo niños cuyo diagnóstico de otros profesionales han tapado una verdad necesaria a enfrentar, cuyos principales protagonistas son los adultos. Eso no significa que la culpa sea de los padres, eso significa que ningún niño debe pagar las consecuencias de quienes no se atreven a enfrentar las conflictivas de sus deseos y pasiones. Nuestra tarea terapéutica es frenar ese etiquetamiento antes de que sea tarde, por eso tenemos que historizar.”
El autismo es una realidad y existe, pero no todo es autismo. Y más importante que un diagnóstico, es no perder de vista a la persona, que no deja de ser quien es, sea cual sea su condición, a fin de cuentas, todos somos complejamente diferentes y difíciles, y esto es algo con lo que todos tenemos que aprender a convivir.
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