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Aprendiendo a envejecer

  • gloriatolisano
  • 11 jun
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: hace 5 días

  Cuando le preguntan a alguien “¿Para dónde vas?”, muchas veces se oye la respuesta “¡Para viejo!”.

Esta expresión, además de tomar con buen humor a la edad madura, encierra una gran realidad. Todos vamos “para viejos”. La psicoanalista, Alicia Schwartzman dice: “En la vida pueden o no pasar ciertas cosas, pero si vivimos, envejecer es algo que nos pasa seguro.”

“Llegar a viejo es un acto heroico. Desde el primer momento de vida el ser humano atraviesa constantes amenazas y no cualquiera tiene la fortuna de llegar a un final natural”, dice Dina Minster, Psicóloga gerontóloga. En la antigüedad se creía que aquel que llegaba a los “últimos días”, gozaba del favor de Dios, a quien había seguido y creído desde su más temprana edad.

En la actualidad, los puntos de vista que se manejan en el ámbito general acerca de las personas que le han pasado lo años, no son muy alentadores.  Son considerados como personas cansadas, feas, inflexibles, obsoletas, que se resienten con los jóvenes, y cuya salud va decreciendo. También es cierto que a veces una persona en esta etapa de la vida es respetada por su sabiduría, pero la mayoría de las veces, es vista como una figura débil y decadente. No es de sorprenderse, por lo tanto, que muchas personas de edad avanzada oculten su edad y frecuentemente se consideren de manera negativa, perpetuando el concepto moderno de que “ser viejo es ser feo”.

En los últimos años, ha aumentado el porcentaje de personas mayores en la población. Los avances en la medicina y en el plano de la salud en general están prolongando el tiempo de vida de las personas. Esta situación hace surgir nuevos desafíos para ajustarse a las realidades de la tercera edad. 

La madurez en años es en gran medida un reflejo de como hemos vivido. Encontrarnos en ella con un espíritu seguro, tranquilo y lleno de amor depende, en gran medida, de caminar por la vida de la mano de Jesucristo. Sólo en Él la vida tiene propósito, y el paso de los años no es una carga ni  una espera resignada del fin, sino una etapa que merece vivirse y disfrutarse con amor.



Fragmento extraído del folleto "APRENDIENDO A ENVEJECER"

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